EDITORIAL DESAHOGO NEWS

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Thursday, March 31, 2011

Dime adiós cuando me dejes


Para saber que terminamos
 
Por Romeo Mareo / Especial El Nuevo Día
Cuando una relación termina, lo menos que podemos esperar es que la pareja que está tomando la determinación tenga un mínimo de elegancia y delicadeza y nos informe de su decisión.
Y mejor aún si puede hacerlo con 15 días de antelación, para darnos la oportunidad de ir buscando un reemplazo. Sin embargo, no siempre es así.

Tomemos este caso.
Hacía aproximadamente seis meses que Sally y Fernando (nombres ficticios) estaban viviendo juntos. A Fernando le parecía una relación perfecta: cada cual tenía su trabajo, su familia, sus intereses particulares. Aunque estuvieran los dos en el apartamento, podían estar horas sin comunicarse, ella oyendo música con sus audífonos o leyendo, él jugando sus juegos de tiros y explosiones frente al televisor.
Tal vez por eso no discutían nunca y, cuando compartían -yendo al ‘pub’, o a Plaza- era casi como estuvieran teniendo una cita después de no haberse visto en todo el día.
Por esta razón, la relación se mantenía fresca y relajada… o por lo menos así le parecía a él.
Por consiguiente, le tomó por sorpresa cuando un domingo, al encontrarse en la panadería con un amigo, éste le habló con el tono fúnebre que uno le depara al amigo que acaba de sufrir una dolorosa ruptura.
"No sabes cómo lamento lo de Sally", le dijo su amigo.
Al ver la reacción de sorpresa de Fernando, sin embargo, su amigo murmuró algo indescifrable acerca de que "quizás estaba confundido" y se alejó a toda velocidad, diciendo que había dejado el carro abierto o algo por el estilo.
Intrigado, Fernando llamó a Sally al celular, pero ésta no le contestó. Raro. Quizá se estaba bañando. Segundos después, sin embargo, fue Fernando quien recibió una llamada: era su madre, preguntándole, en un tono lúgubre, si él estaba bien.
"Claro mami", le dijo él. "Apenas ha habido tiempo para que me haya ocurrido alguna catástrofe desde que hablamos por última vez anoche".
Durante algunos segundos pudo disfrutar del sonido producido por la respiración alterada de su mamá.
Esta entonces le dijo: "Bueno… comprendo que no quieras decir nada. Cuando quieras desahogarte me llamas, ¿ok?".
Así, con creciente preocupación -Sally seguía sin contestar el celular- Fernando llegó a su edificio. En el ascensor, mientras subía, tuvo otro momento de irritación al encontrarse con la bonita vecina que, a la vez, era pana de Sally.
"Sólo te voy a decir que para cualquier cosa que necesites puedes venir donde mí", le dijo ella. "Cuando quieras".
Muy extraño. Y más extraño todavía cuando ella se echó a llorar y huyó corriendo al llegar a su piso.
En fin, Fernando entró a su apartamento en un estado que colindaba con la histeria. Sally no aparecía por ningún lado. Luego de buscar par de veces hasta debajo del inodoro, encontró un papelito pegado de la puerta de la nevera: "Te dejo para siempre para que sigas jugando tranquilo tus jueguitos. Chao", leía la nota. También le recomendaba que mirara su cuenta de Facebook para enterarse de los pormenores.
En busca de consuelo, Fernando miró a Suky, su perrita, que le contemplaba cariñosamente desde el suelo. Pero ésta le lanzó un mordizco cuando él trató de acariciarle la cabeza, dejándole impresa en la mano buena parte de su dentadura canina.
Cuando le bajó la hinchazón y el dolor, Fernando prendió su ‘laptop’. Sally, en efecto, había avisado en su página de Facebook que la relación había terminado y, a todos los amigos o familiares de él, les recomendaba que tuvieran comprensión y lo respaldaran en aquellos primeros momentos de sufrimiento. El dolor que Fernando sintió entonces fue enorme; tan intenso, de hecho, que se bañó, se perfumó y decidió llamar a la vecina.
Romeomareo@elnuevodia.com

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