Mariana Cobián / Primera Hora
Cada vez son más las personas que caen en la trampa de pagar por un carro que ganaron en un sorteo en el que no participaron, que envían dinero por el supuesto secuestro de un familiar que está de lo más bien en su casa, o que pagan para que no “tiroteen” su negocio.
De hecho, todo comenzó con el cuento del pescaíto de que se ganó un auto, y ha ido evolucionando.Estas llamadas, en su gran mayoría, son hechas por confinados que consiguen teléfonos celulares prepagados que esconden en orificios de su cuerpo y se reúnen y hacen lo que llaman el canteo.
“Son confinados o personas que estuvieron dentro de la cárcel y aprendieron el jueguito porque lo hacen idénticamente. Tienen personas afuera, muchas veces la esposa, la abuela, el hermano. Siempre es un pariente cercano que recoge el dinero. Esa persona cobra su parte y la otra la lleva a la institución. Allá tienen un grupo seleccionado donde se dividen el dinero por cantidades, dependiendo del trabajo que hizo cada cual. El que hizo el canteo le toca la mayor parte. Ése es el que convenció a la persona”, explicó el teniente Roberto Ferreira, del Cuerpo de Investigaciones Criminales (CIC) de San Juan, y a cargo de una unidad especializada para atender estos casos.Este esquema de fraude y extorsión viene desde hace algunos años, pero “sigue en grande”, según Ferreira, quien lamentó que siga aumentando.
De hecho, todo comenzó con el cuento del pescaíto de que se ganó un auto, y ha ido evolucionando.Estas llamadas, en su gran mayoría, son hechas por confinados que consiguen teléfonos celulares prepagados que esconden en orificios de su cuerpo y se reúnen y hacen lo que llaman el canteo.
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