Aunque sabía los riesgos que la vida en el Ejército implicaba, porque su padre, Luis Ramos Rodríguez, es veterano de Vietnam, realmente esperaba cumplir con el servicio militar para luego ver crecer a sus hijos y envejecer junto con su esposa, Yesenia Hernández.
Sus sueños, y los de su familia, se troncharon el jueves en Afganistán cuando, en medio de una misión, el sargento Ramos Martínez encontró la muerte.
Mirina Martínez, al igual que su esposo, se siente orgullosa de su hijo, a quien catalogan de héroe, pero resienten las muertes inútiles de jóvenes puertorriqueños.
Ésta no era la primera vez que este soldado camuyano estaba en una misión militar, hace dos años viajó al campo de guerra y en mayo de este año, otra vez, lo activaron.
No es de extrañar que la milicia sea una alternativa para los puertorriqueños, no sólo por el alza en la tasa del desempleo sino también por las exhortaciones del Estado.
Tan reciente como ayer, el comisionado residente Pedro Pierluisi y el gobernador Luis Fortuño se vanagloriaban de haber conseguido que la Cámara de Representantes de Estados Unidos aprobara una medida que permitirá aumentar de 18 a 24 el número de candidatos a los que tienen derecho a nominar a las academias oficiales de servicio militar de Estados Unidos.
“El aumento de espacios disponibles para Puerto Rico es un asunto básico de justicia. Puerto Rico tiene una importante tradición militar. Los puertorriqueños han servido con distinción en cada conflicto que ha enfrentado la nación desde 1917”, expresó el Comisionado Residente. “Estas academias abren un mundo de oportunidades personales y profesionales a quienes logran ingresar en ellas. Espero confiado que el Senado apruebe la medida como lo hizo la Cámara federal”, sostuvo Pierluisi.
Oportunidades como las que buscaba este camuyano, cuyo féretro todavía se desconoce cuándo arribará a la Isla.
Ayer, la familia esperaba en su residencia la llegada de oficiales de la milicia que le explicaran las circunstancias de la muerte y los trámites para el traslado del cuerpo.
Ramos Martínez nació en Nueva York, a los tres años se mudó a Camuy, donde se crió y estudió. Tras terminar su escuela superior, hizo un bachillerato en educación física y luego comenzó a trabajar en un banco.
Al ser cesanteado, ingresó a la milicia. Allí se desarrolló como paracaidista y también como paramédico. En los Estados Unidos estaba asignado al Fuerte Campbell, Kentucky, donde su esposa y sus hijos, de 16, 12 y 9 años de edad, aguardan por sus restos. También le sobreviven sus dos hermanas, Laiza y Sheila.
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