El fallecimiento trágico y repentino del niño Lorenzo González Cacho representa “una agonía” para sus hermanas de 13 y 6 años, ya que han sufrido varias pérdidas a la vez, y han sido objeto de maltrato por varias fuentes, por lo que el psicólogo forense Fernando Medina urgió que se radiquen
acusaciones “ya”.
acusaciones “ya”.
“Éste es un caso que se debió haber tomado acción hace tiempo, haberse decidido los cargos que se iban a levantar y contra quiénes, porque al esperar mucho tiempo alarga la condena y la tortura de esas menores”, aseguró. Sufren sentimientos profundos de inseguridad y pérdida, según su
apreciación.
Para el experto, resulta sospechoso que las menores y la madre no escucharan nada sobre un acto que no fue cometido “aparentemente, en silencio ni en un corto tiempo”. “Ellos estaban allí. Ellos debieron haber presenciado lo que pasó”, sentenció.
Medina, quien presta sus análisis en los tribunales del País en casos de menores hace cerca de 12 años, analizó para EL VOCERO las observaciones sobre las menores que aparecen en la resolución de la jueza Sonia del Toro Padín, quien otorgó la custodia al padre de los niños, Ahmed Alí González.
La madre, Ana Cacho, fue acusada de negligencia luego de que su hijo, de ocho años, pereciera en el seno de su hogar mientras se encontraba bajo su cuidado.
Los síntomas
Acerca de los cambios en el estado de ánimo y sobre su miedo de “desaparecer”, de ser mutiladas, muertas, dijo que “uno se pone a pensar: una niña de seis años, una de 13 que tenga miedo de ser mutilada, tienen una situación de inseguridad y temor severos”. La mayor se percibía triste, se
le estaba cayendo el pelo, lo que, a su juicio, “debe ser una manifestación somática grande de un problema emocional profundo”.
Las especialistas que las trataron dijeron que ambas estaban viviendo una realidad ajena a la verdadera, lo que a juicio de Medina, ello las obliga a retener su trauma. “Y cuando el peso de un trauma es excesivo, el ser humano tiende a disociarse, a vivir una realidad paralela que no sea tan dolorosa ni molestosa”, añadió.
Mencionó que hay pacientes de esquizofrenia cuyo origen de la condición responde a un trauma inmenso con el que no pudieron lidiar y decidieron crear personalidades o realidades alternas. “Lidiaron con el trauma inconcluso yéndose de la realidad, o con el uso de sustancias para aturdir,
porque mientras me aturda, no pienso”. Explicó que tiene correlación con el trastorno de estrés postraumático que se conoció después de la guerra de Vietnam, y la resolución del Tribunal de Menores y Familia menciona que la manipulación de la madre les creó estrés postraumático.
Recomendó que aunque otros medios pudieran lanzar una acusación, el Estado debería abstenerse de comentarlo públicamente hasta que cuente con la prueba necesaria. Sin embargo, Medina observó que “como científico social, puedo decir que no tienen evidencia para sustentarlo (acusación del asesinato)
eso le resta seriedad al sistema”.
Para sumar otra pérdida a la del hermano, “luego, dejan atrás el hogar para ser ubicadas en un hogar del Departamento de la Familia (DF)”, observó Medina, un psicólogo con cerca de 29 años de experiencia. Ellas también perdieron el lazo con Mamá y la familia materna, recordó. “Sea la madre
culpable o no, ésa es su madre y los únicos dos títulos intransferibles e importantes en la vida de cada ser humano es su padre y es su madre. Los demás se pueden sustituir”, apuntó.
El perito forense advirtió que “no se deben utilizar las terapias para investigar el asesinato y eso es peligroso, porque nuestra función no es investigar ni ser accesorio del Departamento de Justicia. Nuestra labor es la de ofrecer ayuda y minimizar las angustias. Y si fuera de ser psicólogos,
somos accesorios del Estado para buscar la verdad, podría haber un conflicto en nuestro rol y una falla en nuestro servicio. Porque no sabríamos si estamos profesionalmente trabajando para aliviar una pena o para investigar un asesinato. Y yo no creo que las dos funciones se deben hacer. O haces una o haces otra”.
Llamó la atención acerca de que hay que tener cuidado que en su interés de obtener información, no se hagan preguntas sugestivas que puedan crear “lo que se llama confabulación, que es que creo como cierto algo que me pasó o que escuché, pero que verdaderamente fue una experiencia de otro. “Me preocupa en especial la niña de seis años, cuyo desarrollo neurológico todavía está en formación y que se le vaya a impregnar en su memoria actos o recuerdos que nunca sucedieron. Me parece que si a la fecha de hoy no han obtenido más información, debe haber un cese y desista. Y que se le debe
buscar un terapista no asociado al Estado, y mucho menos al DF, para ayudar a esas menores”, señaló Medina.
“¿Cuánto saben? Nadie lo puede decir”. Sin embargo, enfatizó que “ya es hora que cesen de entrevistarlas para saber lo que saben”, y recomendó que “entre un terapista encaminado a trabajar con sus síntomas clínicos y que las menores se sientan confiadas en que están hablando con un terapista y no con un investigador del Estado”.
Acerca de expresiones como “Mi mamá es mala”, cuestionó “¿Cuál fue la pregunta que provocó la respuesta?”, y cuántas personas las han entrevistado. “La multiplicidad de personas se convierte en maltrato porque le vuelven a preguntar lo mismo”, sostuvo el conocedor, quien mencionó que
en Estados Unidos la metodología que se utiliza es grabar la entrevista con todas las preguntas que los profesionales pertinentes tengan, pero sólo uno la realiza. De lo contrario, en niños de menos de ocho años “puede promover falsas memorias e inducir a menores a decir cosas que nunca sucedieron”.
La recuperación
“Si esto se acaba ahora”, propuso el experto, será más fácil la recuperación de la menor de las niñas, ya que por estar en formación neurológica “va a tratar de llenar esos vacíos con nuevas experiencias”.
En cambio, la mayor, por tener una personalidad bastante formada neurológicamente, “va a estar más afectada, porque tiene más conciencia de lo que implica el suceso y tuvo más experiencia de compartir con ese menor”, lamentó. “A mí lo que me preocupa es la dilación en que estas niñas vuelvan a una vida relativamente normal porque si no se hace eso, no va a haber terapia psicológica ni psiquiátrica, excepto la Divina, que pueda ayudarlas a superar la crisis. Eso es una situación bien difícil”, expuso Medina. “Una pena compartida pesa menos”, por lo que recomendó que verbalicen lo que sienten. Mantener un pacto de silencio, sería una condena para el resto de sus vidas.
El profesional de la conducta opinó que las niñas se debieron mantener al margen de los problemas de los padres y expresó que “yo espero que el papá tenga la sabiduría de trabajar por el bienestar de las menores y no tratar de ser un accesorio del Estado para investigar los sucesos del asesinato del
hermano porque esto también va a retrasar la recuperación de las menores”. “Siempre van a ser señaladas como las hijas de una persona sospechosa de asesinato. Y eso de por sí es un estigma muy pesado y aún más fuerte para unos niños”.
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