Durante los años 1876 al 1917, la prostitución en Puerto Rico estaba reglamentada, existían zonas y hospitales dedicadas exclusivamente a las vendedoras de sexo.
A mediados del Siglo 19, con la llegada de los reglamentos de higiene, las prostitutas se inscribían en un registro en el ayuntamiento, pagaban impuestos al gobierno y dos veces en semana -martes y jueves- estaban obligadas a realizarse exámenes médicos. La mujer que sus laboratorios reflejaran una enfermedad venérea tenía que permanecer en una institución hospitalaria. El hospital del Viejo San Juan estaba localizado en la calle San Sebastián, mientras en Ponce eran atendidas en el Hospital Tricoche.
Estas son las conclusiones a las que llegó la profesora Nieves De los Ángeles Vázquez en su investigación sobre el tema de la prostitución el cual plasmó en el 2008 en su libro “Meretrices. La prostitución en Puerto Rico de 1876 a 1917”.
En su investigación, como parte de su tesis doctoral, utilizó como fuentes los reportes policíacos de esa época, ingresos a los hospitales y denuncias públicas reseñadas en la prensa a finales Siglo 19 y principios del Siglo 20.
Explicó que los reglamentos de higiene surgieron como estrategia para controlar la epidemia de sífilis que llegó a Puerto Rico luego de afectar a países de Europa y América Latina. La epidemia duró hasta principios del Siglo 20 con la llegada de la penicilina.
“Al existir reglamentos de la prostitución podemos decir que la sociedad lo toleró. No se pude ver como una sociedad liberal porque no lo era, estaban dirigidos solamente a controlar lo más posible a las prostitutas”, dijo Vázquez.
Estas mujeres únicamente podían salir de sus hogares después de las 10:00 de la noche y durante el día sus puertas y ventanas tenían que permanecer cerradas. Habían muchas denuncias porque las prostitutas no respetaban los reglamentos.
“El estado controlaba el cuerpo de la mujer”, indicó la historiadora.
Un estudio del higienista Francisco Del Valle, que trabajaba en el hospital del Viejo San Juan para esa época, reveló que estas mujeres no tenían hijos, eran de raza negra y tenían entre 12 a 18 años. “La más vieja no llegaba a 30 años porque no sobrevivían mucho en una época donde no había forma de remediar las enfermedades venéreas que las llevaban inevitablemente a la muerte”, manifestó Vázquez.
La denominada zona roja en Ponce estaba localizada en Vista Alegre y en el Viejo San Juan en las calles Sol, Luna y Norzagaray. Dependiendo del precio eran los colores de las casas de prostitución.
La catedrática auxiliar del Departamento de Humanidades de la Universidad de Puerto Rico (UPR) Recinto de Bayamón dijo que los únicos hombres que salen a relucir en la historia de la prostitución durante ese período fueron los conductores de la transportación pública en Ponce que eran sancionados por la Policía cuando encontraban una prostituta en los coches.
Según Vázquez, temprano en la conquista de los españoles hubo una carta del rey con la firma de los obispos autorizando a un vecino de la Isla a formar una casa de prostitución. “Puedo decir que los primeros tiempos de la conquista española aquí la prostitución era perfectamente legal auspiciada por el estado y la religión”, manifestó la profesora.
Sin embrago, en el Siglo 17 aparece una carta de Felipe V prohibiendo las casas de prostitución en Puerto Rico.
Por otro lado, contó que el 1917 Estados Unidos reclutó puertorriqueños para la guerra y cuando los enviaron al campo militar que estaba localizado en Santurce se dan cuenta que la mitad tenía sífilis. “Los reportes policíacos demuestran que inició una cacería de brujas contra las mujeres. En tres meses habían tres mil mujeres en las cárceles. En un noche arrestaban a 70 mujeres. Las mujeres contaban que las arrestaron mientras compraban ropa en una tienda”, dijo Vázquez.
Opinó que las libertades que se reflejan actualmente en el tema de la prostitución “nos devuelven un poco a los orígenes”.
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