“Habían muchos malos, un malo le disparó con un revólver a mi hermano en la cabeza y cuello y murió en el hospital, eso tiene que haber dolido mucho, mi mamá es mala”, dijo la pequeña a la psicóloga clínica Elsa Cardalda, quien evaluó a las niñas entre mayo y septiembre y testificó en las vistas en el caso civil que llevó el Departamento de la Familia contra Cacho tras la muerte del niño de ocho años.
La psicóloga clínica determinó que existía un deterioro en la salud emocional de las menores, ya que estaban siendo manipuladas por parte de Cacho y de la familia materna.
Recordó que las niñas estuvieron bajo el cuidado de su tía abuela, Diana González, por 21 días hasta que las removieron. Estuvieron en hogares sustitutos y desde octubre están bajo el cuidado del padre, Ahmed Alí González, donde han tenido “un buen ajuste”.
Cardalda se percató de que las menores estaban siendo manipuladas por Cacho, aun cuando se suponía que la madre no tuviera contacto con ellas.
Dijo que la hermana mayor mejoraba y empeoraba y se dio cuenta de que era porque tenía contacto con la madre de alguna forma.
“La presión estaba dirigida a que la pequeña no hable. Así narró que en la oficina la mayor le dice a la menor, 'te estoy escuchando, estás hablando mucho...', esto dicho en tono vigilante”, dijo la psicóloga, por lo que no volvió a juntar a las menores en la oficina para evitar manipulación de la mayor hacia la menor.
Los hechos “laceraron el sentido de confianza de las menores hacia la promovida (Cacho)”. El documento describe a Cacho como “la madre que aman pero temen...”.
Dijo que la niña le contaba lo que ocurrió esa noche en la casa y que “el conocimiento real que tenían las niñas pone en peligro sus vidas... Tienen miedo a desaparecer, ser mutiladas, muertas...”.
Establece que la chiquita planificaba fiestas para el retorno de su madre, pero después dejó de hablar de ella. Mientras, la grande decía que no se sentía segura, que no confiaba en nadie, “un pacto perturbador para defender a su madre a costa de sí misma”.
“Las menores sospechan de su mamá”, lee el escrito, que otorga una victoria al Departamento de la Familia, al que Cacho ha criticado en varias ocasiones, al igual que al Departamento de Justicia, que la señala como sospechosa del crimen.
“El pacto de silencio ha aterrado y disminuido a las menores y que si se devolvieran las menores a mamá, ésta intentaría poner en marcha nuevamente dicho pacto... Pondría en un conflicto de lealtad a las menores.... Devolver a las menores con su madre sería sumirlas en un abismo psicológico del cual ningún psicólogo podría garantizar salida”, dice la decisión de la jueza sobre el testimonio de Cardalda.
“Si las menores se relacionaran con la promovida, serían sacrificadas por ésta para ser utilizadas como escudo emocional para una posible defensa de la madre, sucumbiendo su personalidad”, agrega.
La psicóloga concluye que la madre y la abuela materna, Amneris Ivette González, manipularon a las niñas y que devolverlas sería “exponerlas a ser explotadas nuevamente, lo que constituiría abuso psicológico”.
Esa nocheLa noche de la muerte de Lorenzo, las menores manifestaron de forma separada que escucharon ruidos que provenían de la sala.
La pequeña vio a unas personas que los identifica como amigos de su mamá y dijo que se escondió para que no la vieran. Sufrió una fractura en un dedo del pie esa noche.
Esa información fue también provista a la trabajadora social Iralis de Jesús y la trabajadora social Vanessa Santana, quien fue relevada del caso en mayo y en la vista se convirtió en testigo de Cacho, pero sólo le hicieron dos preguntas que no tenían que ver con los hechos, por lo que la jueza consideró la movida como “sospechosa”.
Se supo que las menores dijeron que ella le daba mensajes de parte de su madre.
También testificó la trabajadora social De Jesús -quien atiende a las niñas desde mayo-, dijo que la hermana mayor de Lorenzo le dijo: “No quiero saber nada de mi mamá porque le hizo daño a Lorenzo y grandma la protege”.
Agregó que “la mamá bajo coraje le pudo hacer algo malo a Lorenzo”.
Sin embargo, después cambió “drásticamente” su comportamiento y dijo que ella tenía derechos y que la tenían secuestrada.
Cuando se le preguntó si tenía comunicación con su mamá, la niña bajó la cabeza y miró al piso, actitud que asume cuando no quería mentir.
En otro momento, la menor le explicó que quería la almohadita blandita. Cacho la llamó para entregársela, sin que se le requiriera. Lo mismo pasó con un bizcocho de canela que la menor quería.
Dijo que a la hermana menor se le estaba cayendo el cabello, se orinaba, tenía pesadillas y comía compulsivamente.
Manifestó que su mamá es mala, sabe lo que pasó a Lorenzo y no quiere decirlo, hay un secret, y está nerviosa.
“Las niñas temen que les pase lo mismo que a su hermano”, lee la sentencia.
En la decisión resalta que Cacho se sometió a una prueba de sustancias controladas y resultó negativo, pero que ella admitió que usaba marihuana de vez en cuando y llegó a usar otras sustancias.
Cacho indicó además que teme por su seguridad, por lo que duerme con un martillo a su lado.
También menciona que las evaluaciones que realizó la psicóloga María del Mar Torres al padre y a la madre fueron robadas de su auto. El expediente de González apareció, no así el de Cacho.
“Por un lado estamos felices porque la justicia y la verdad se están conociendo, pero por otro lado estamos tristes porque uno tiene que chocar con una verdad que duele tanto como ésta”, reaccionó el abogado y primo del padre de los menores, Carlos Sánchez.
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