María M. González, madre de Raisa, es consolada por familiares al reconocer el cadáver de su hija Raisa González González en el Instituto de Ciencias Forenses (ICF). (Primera Hora / Gerald López Cepero)
Maribel Hernández Pérez / Primera Hora
Bayamón.- “Dios, haz un milagro para que mami viva de nuevo”.
El cadáver de Raisa González González, de 28 años, yacía sobre su cama desnudo desde la cintura hacia abajo, con la blusa sobre sus pechos, un cable de extensión eléctrica atado al cuello, la posición de sus manos en actitud de defensa y en sus uñas los rastros de su asesino a quien le arrancó en su lucha cabellos y pedazos de piel. En su rostro quedó marcada la mano de su agresor.Jered llegó de la escuela José Dávila Semprit lleno de alegría para darle un beso a su madre en agradecimiento porque obtuvo un perfecto en el proyecto escolar que le ayudó a hacer.Destapó la almohada que le cubría el rostro y al darle un beso en la mejilla la encontró morada y muerta. Sus gritos de angustia retumbaron por todo el residencial Rafael Falín Torrech, cuyos vecinos corrieron de inmediato hacia el edificio dos para socorrer al niño de diez años.
El cadáver de Raisa González González, de 28 años, yacía sobre su cama desnudo desde la cintura hacia abajo, con la blusa sobre sus pechos, un cable de extensión eléctrica atado al cuello, la posición de sus manos en actitud de defensa y en sus uñas los rastros de su asesino a quien le arrancó en su lucha cabellos y pedazos de piel. En su rostro quedó marcada la mano de su agresor.Jered llegó de la escuela José Dávila Semprit lleno de alegría para darle un beso a su madre en agradecimiento porque obtuvo un perfecto en el proyecto escolar que le ayudó a hacer.
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